LA CRISIS Y MODELOS DE DESARROLLO. LO MUCHO QUE NOS JUGAMOS.
Casi nadie quiere recordar las múltiples voces ciudadanas en torno al movimiento La Región de Murcia No se Vende, que denunciaban el desorden social y la sinrazón ambiental del tsunami urbanístico, así como los informes del Foro Ciudadano que advertían sobre el ´crecimiento tramposo´
JULIA MARTÍNEZ FERNÁNDEZ
Ya en 2006, desde el Foro Ciudadano y otras instancias se realizaba un diagnóstico bastante desolador acerca del modelo de desarrollo por el que se estaba apostando en la Región de Murcia, basado en una inundación de cemento sin límites, y se advertía no sólo de las tremendas consecuencias ambientales, sino de que los supuestos beneficios económicos a corto plazo, que casi todo el mundo aceptaba como un maná que no había que cuestionar, se tornarían más pronto que tarde en fuente de problemas sociales y económicos de todo tipo. Dos años después tales consecuencias eran ya una realidad y hoy se añaden al panorama dibujado por una crisis global, nacional y regional sin precedentes a todos los niveles, desde el financiero al socioeconómico y al ambiental.
Casi nadie quiere recordar las múltiples voces ciudadanas, agrupadas en torno al movimiento La Región de Murcia No se Vende, que denunciaban el desorden social y la sinrazón ambiental del tsunami urbanístico. Casi nadie quiere recordar las múltiples voces de expertos que desde análisis rigurosos, como los que se exponían en el Informe 2006 del Foro Ciudadano, señalaban las falacias de un crecimiento tramposo cuyos cimientos, básicamente especulativos, se desintegrarían como el papel con las primeras lluvias.
Muchas voces que hasta 2006 permanecieron calladas, afirman ahora que la alternancia de vacas gordas y flacas son normales y que lo que tienen que hacer las Administraciones públicas (es decir, lo que tenemos que hacer todos nosotros con nuestros impuestos) es ayudar a recuperar el crecimiento, sacando a flote el sector financiero y reimpulsando el sector de la construcción, a mayor gloria del pelotazo de algunos y el consumismo enfebrecido de todos.
¿Y de dónde se pretenden sacar los recursos necesarios? Obviamente, no con mayores controles y regulaciones al sistema financiero, ni con tasas bancarias ni impuestos a los más ricos y con la lucha contra el fraude fiscal. Los recursos para ese supuesto nuevo crecimiento se pretenden obtener de empezar a desmantelar un Estado del Bienestar que en España hemos construido de forma más tardía y precaria que en el resto de Europa.
Pero esta opción es una huida hacia adelante en la peor de las direcciones, porque supone iniciar la pérdida de conquistas sociales básicas, que se sabría como empieza pero no cómo ni cuándo terminaría, y porque además la etapa dorada del crecimiento no puede volver en plena y creciente crisis global energética, de recursos y de sumideros de residuos.
No podemos —ni debemos— volver al desbocado crecimiento de nuestro pasado reciente que tanto daño ha causado en lo ambiental y también en lo estrictamente económico, comprometiendo incluso las bases del desarrollo futuro trasladando las facturas a las generaciones futuras —y no tan futuras—. Entre estas facturas, la escandalosa emisión de deuda por parte de todas las Administraciones, Ayuntamientos incluidos, no es más que uno de los ejemplos más divulgados. Reimplantar ese crecimiento sería como echar gasolina a la casa en llamas.
Los indicadores de ecoeficiencia muestran que el crecimiento económico de la Región de Murcia en los años recientes ha tenido lugar a base de dilapidar más recursos y producir más contaminación por unidad de PIB, lo que no parece una opción muy inteligente. Estos indicadores y otros como la huella ecológica, que ha aumentado de forma acelerada en los últimos años, señalan la necesidad de reducir de forma sustancial y urgente los flujos de recursos y materiales y la producción de residuos en las actividades económicas así como de reconducir los hábitos de consumo hacia patrones más sostenibles. La actual crisis financiera y económica, con ser la que más atención recibe, forma parte en realidad de una crisis mucho más global, una crisis de sostenibilidad a todas las escalas, en lo ambiental, en lo económico y en lo social.
En nuestro ámbito más cercano, urge un cambio profundo hacia una Región de Murcia más sostenible en las prioridades de los ciudadanos, de los agentes económicos y sociales, de la agenda política y en la toma de decisiones de nuestros poderes públicos. No podemos caer en un segundo error y desaprovechar esta oportunidad para un giro radical en el modelo de desarrollo, que respete, cuide y trate con inteligencia nuestro territorio, nuestros paisajes, nuestros recursos naturales y nuestra biodiversidad, que apueste por diversificar la economía, por hacerla más equilibrada y basada en empleo estable y cualificado, que invierta en investigación y desarrollo y en mejorar sustancialmente la formación de los jóvenes, que se abra a actividades que generen alto valor añadido sin consumir la base de recursos, que preserve nuestra identidad personal y colectiva y nos permita disfrutar una verdadera calidad de vida, alejada de un consumismo exacerbado.
Y todo ello requiere de un Estado del Bienestar saludable, porque la sostenibilidad social (educación, equidad, cualificación laboral, empleo estable...) es imprescindible para este giro en el modelo de desarrollo, justo el Estado del Bienestar que se pretende empezar a desmantelar para satisfacer la voracidad de los mercados financieros y un capitalismo globalizado que nunca tendrá suficiente.
El 29 de septiembre, con motivo de la huelga general, todos tenemos una oportunidad para decir que no a esta huida hacia delante.
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