26/7/07

LA HUELLA ECOLÓGICA Y EL DESARROLLO SOSTENIBLE

Lo primero: algunos datos para el análisis, el razonamiento y las conclusiones. Para que cuando hablemos de "sostenibilidad" sepamos a qué nos estamos refiriendo y que no nos metan "gato por liebre" (ojo, que quede claro que no tenemos nada en contra de los gatos), a lo que, por desgracia nos tienen bastante acostumbrados los políticos de turno para llevarse "el gato al agua" (vaya con el gato..., nos sale por todas partes este felino). Pues aquí están las estadísticas:



























































































¿Se ha puesto a pensar qué extensión de tierra se necesita para producir todos los recursos que usted consume y para absorber sus desechos?

Para responder a esta pregunta, Mathis Wackernagel y William Rees, definieron en 1996 la metodología de cálculo "La Huella ecológica" , en la Escuela para la Planificación Comunitaria y Regional de la Universidad de la Columbia Británica.
La huella ecológica es un indicador medioambiental que calcula, considerando la tecnología actual y por el espacio de un año, la media de superficie productiva necesaria (expresada en hectáreas) para, por un lado, generar los recursos consumidos por un ciudadano o comunidad (país, región o toda la población mundial) y, por otro, absorber los residuos que generan dicho consumo sin importar la localización de estas áreas.
Aunque el cálculo de la huella ecológica se adentra en complejas fórmulas matemáticas, basa sus resultados en la observación de los siguientes aspectos:


1. La cantidad de hectáreas utilizadas para urbanizar, generar infraestructuras y centros de trabajo.
2. Hectáreas necesarias para proporcionar el alimento vegetal necesario.
3. Superficie necesaria para pastos que alimenten al ganado.
4. Superficie marina necesaria para producir el pescado.
5. Hectáreas de bosque necesarias para asumir el CO2 que provoca nuestro consumo energético.

Desde un punto de vista global, se ha estimado en 1,7 hectáreas la biocapacidad del planeta por cada habitante, o lo que es lo mismo, si tuviéramos que repartir el terreno productivo de la tierra en partes iguales, a cada uno de los más de seis mil millones de habitantes en el planeta, les corresponderían 1,7 hectáreas para satisfacer todas sus necesidades durante un año. Al día de hoy, el consumo medio por habitante y año es de 2,8 hectáreas, por lo que, a nivel global, estamos consumiendo más recursos de los que el planeta puede regenerar.
Precisando aun más, en España, la huella ecológica media por habitante y año es de 5,5 hectáreas, 3,2 veces superior a la capacidad biológica del planeta para generar recursos de forma sostenible. Aun peor, Estados Unidos consume 12,5 hectáreas, la más alta. Dado que la biocapacidad del planeta es de 1,7 hectáreas, si todos los habitantes de la tierra optaran por vivir al nivel de un ciudadano medio estadounidense harían falta más de siete planetas.
Por otro lado, el dato de las 2,8 hectáreas de media por año y habitante que se consumen actualmente, como podemos imaginar, no implica que todos lo individuos del planeta posean esta biocapacidad para satisfacer sus necesidades. Muy al contrario. La desigualdad entre distintas latitudes e incluso la exclusión social en comunidades más pequeñas, como ciudades, produce datos alarmantes. Así una gran parte de los países del planeta están por debajo de la hectárea, y no porque estén a la cabeza del consumo racional y sostenible sino porque desgraciadamente no consumen al no tener casi acceso a los recursos. Incluso India y China, que avanzan raudas para salir del subdesarrollo, consumen 0,7 y 1,8 hectáreas, respectivamente. El hecho de que un ciudadano del mundo rico consuma 5 hectáreas, implica, de forma indirecta, que hay otro ciudadano que padece déficit en el acceso a los recursos. Sin lugar a dudas, el 'pastel' está mal repartido.
A todos estos datos preocupantes hay que añadir el dato objetivo y constatable de que este ritmo de consumo actual es insostenible y acabará con los recursos del planeta en un plazo no muy largo. Además, hay que considerar el hecho de que los países subdesarrollados y en vías de desarrollo que quieran mejorar su nivel de bienestar deben aceptar (China y la India ya lo han hecho) el modelo socio-económico neoliberal basado en un consumo desmedido como principal motor de la economía, lo que agravaría aún más el déficit de recursos que ya sufre el planeta y provocaría graves consecuencias a nivel global.
Es evidente que los países ricos que contaminan y malgastan de forma tan irresponsable y despreocupada no pueden ni podrán evitar en sus territorios los azotes del cambio climático, ni las migraciones masivas de los que huyen de la pobreza, ni en último caso, la extrema carencia de los recursos globales. El 'Welfare State' (estado de bienestar) occidental, escondiendo sus miserias, se impone como el cenit civilizatorio para toda la humanidad. No obstante, la realidad es que este estado de bienestar, así planteado, le sale muy caro al planeta, humanos incluidos.
Pese a todo, los grupos de poder o 'lobbies' del mundo rico (principales causantes de la degeneración biológica y ecológica del planeta) no parecen preocuparse en exceso y continúan apostando por el modelo socio-económico actual e incluso, 'imponiéndolo' a otros países en vías de desarrollo, sin dejar opción a que otras fórmulas democráticas de distribución de los recursos con una base más racional y otras actitudes más solidarias se pongan en práctica.
Pese a todo, tal vez, la cuestión no es sí la economía planificada es mejor que la del libre mercado o si la mixta es 'justo medio' razonable entre ambas; el problema es bajo qué actitud individual se economizan los recursos, se intercambien bajo un modelo económico u otro. Es una cuestión de elegir, desde el punto de vista político y sobre todo ético, la sostenibilidad en la utilización de los recursos y la equidad y solidaridad en su reparto, lo que implica un cambio de mentalidad a nivel individual que corrija el modelo actual a un sistema socio-económico más solidario e igualitario.
Todos sabemos que si el petróleo sube, también lo hace, finalmente, el precio del pan de la tienda de al lado. Nuestro sistema está cogido con pinzas e intervenir de forma radical a nivel económico, puede ser catastrófico para este casi nudo gordiano. Pero ¿qué ocurre si desde un plano individual y colectivo, de forma paulatina, se van reduciendo los riesgos? Es decir, ¿qué ocurre si, como consumidores, vamos conociendo y eligiendo? Conocer para saber cuáles son las consecuencias de nuestro estilo de vida y elegir cambiar de actitud para aportar a un desarrollo más sostenible.
Obviamente, los distintos poderes políticos deben ser honrados y valientes en la puesta en marcha de políticas más ecológicas y solidarias regulando, al mismo tiempo, las actividades de las grandes corporaciones que contaminan y prohiben de forma directa o indirecta el que los recursos se distribuyan de forma justa. También, la ciencia y la tecnología deben continuar mejorando en la disminución el impacto de nuestro consumo. Y por último, pero por ello no menos importante, queda la parte que a todos nos corresponde y ésta es nuestra actitud como consumidores. Está claro que tenemos la capacidad de reducir nuestro impacto medioambiental de forma considerable adquiriendo unos hábitos determinados a nivel individual, como por ejemplo:

∑ Evitar la sobreexplotación y erosión del terreno y hacer un uso más racional de la energía que consumimos en nuestro hogar y lugar de trabajo.
∑ Consumir productos ecológicos basados en una agricultura, ganadería y pesca ecológica.
∑ Reducir la tala de bosques, los pulmones de nuestro planeta.
∑ Reducir las emisiones de CO2 y evitar el sobrecalentamiento de la atmósfera.
∑ Hacer un uso racional del agua.
∑ Reciclar todo lo posible.

Para finalizar, reiterar la pregunta de daba comienzo a este artículo:

¿Se ha puesto a pensar qué extensión de tierra se necesita para producir todos los recursos que usted consume y para absorber sus desechos?

(Añadido nuestro.) La huella ecológica de la población murciana en 1995 era de 27730 km2, 2,45 veces mayor que la superficie regional (11314 km2), en 2l 2001 ya era de 32957 km2, casi tres veces la superficie regional. es decir, la población murciana, para mantener su consumo de recursos de 2001 (en 2007 sin duda será mayor) precisa de la explotación exclusiva de un territoio tres veces mayor que la propia Región, algo que resulta insostenible si tal consumo lo extendiéramos a la mayor parte de la población del planeta. (M. Ángel Esteve y col., El otro estado de la Región 2006, p. 98, DM, Murcia 2006)



MÁS INFORMACIÓN
Internet
http://www.facua.org/guiasdelconsumidor/guiasdelconsumidor.htm
http://www.myfootprint.org/
http://es.wikipedia.org
http://www.ladinamo.org/
http://www.cfnavarra.es/MEDIOAMBIENTE/agenda/Huella/EcoSos.htm

Bibliografía
Edgard O. Wilson, Consillence, La Unidad del Conocimiento, Circulo de Lectores, Barcelona, 1999 Luís Racionero, El Progreso Decadente, Espasa Calpe 2000, Madrid, 2000

Tomado de: www.homohominisacrares.net/sec/ecologia/huella/huellaecologica.htm
Un artículo relacionado con éste, lo puedes ver aquí: "¡¡Más madera!!"

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Jamás el turismo causó tanta destrucción.


(Texto repartido en algunas zonas del sureste penínsular)
A casi tres años del pistoletazo de salida a la locura del ladrillo, y de que casi todos los proyectos urbanísticos e infraestructurales estén en construcción o aprobados, da comienzo en la Región de Murcia la campaña mediática que pretende no solo hacernos bailar al son loco y arrollador de las grúas y hormigoneras, sino también convencer a la población de las innumerables ventajas que para ella supone el mar de hierro y cemento en el que se entierra nuestro futuro.
Con el grotesco nombre de “Nunca el turismo dio tanto trabajo” se inicia una campaña en la cual se nos viene a decir que el modelo económico agrícola de la región era inviable y con la nueva reconversión al sector turístico o servicios la población se lleva la mejor parte.
Cursos de hostelería, de animador sociocultural, de payaso de feria… nuevas profesiones que con la llegada de ese bien mayor, que aterrizara desde mas allá de nuestras fronteras cargado de riquezas, harán la vida de este desierto de cemento mucho más prospera. Un Bienvenido mister Marshall en que llegados y residentes cumplen al final un único papel en este teatro hastiado: Enriquecer y fortalecer a un sector inundado de ladrones y malnacidos que han encontrado en la costa, huertas y montes de esta región y otras de la península, la gallina de los huevos de oro y no dudan en destriparla.
Como si de unos reyes Midas malignos se tratasen, convierten en escoria y dividendos todo lo que tocan. Bancos, prestamistas, grandes constructoras, especuladores inmobiliarios, políticos en época de oportunismo abierto … actúan con total desprecio por este litoral, este clima que tanto dicen apreciar. Valoran flora, fauna y ecosistemas en general sólo en función del provecho económico que se les pueda sacar.
Por razones que no entraremos a analizar aquí, el fin de la huerta y la industria como pilar económico en este país se intuye cercano. Por lo tanto, el turismo de calidad y poderío económico pasa a ocupar el hueco y la forma de mercancía que quedaba vacío, y es tratado como tal, agilizando las vías de comunicación entre producto y consumidor mediante extensas redes de carreteras, trenes, aeropuertos que traerán y atraerán al turismo-mercancía hacia el lugar que será a la vez producto y lugar de partida de nuevos consumos. Para asegurar su crecimiento económico y las ganancias para todos los implicados en este atraco, es necesario avanzar por encima de toda la población destruyendo lo que hasta ahora era su ritmo de crecimiento, su forma de vida y su entorno, y es necesario hacerlo con la menor oposición popular y la mayor discreción posible, haciendo cómplices a parte del pueblo con suculentas migajas y taimadas promesas de mejoras sociales.
Primero montan un escenario de huerta en declive y ruina industrial, después aparecen en escena trayendo la solución a nuestros males a condición de renunciar a las pocas tenencias que anteriormente no nos habían robado. A muchos metros sobre nuestras cabezas vuelven a decidir cómo, donde y en qué condiciones vamos a existir, en qué y de qué vamos a malvivir.
La oposición a estos proyectos en forma de procesiones, sentadas, protestas oficiales con cientos de firmas y demás formas que toma el rechazo tibio, se han mostrado incapaces hasta la fecha de parar de forma algo concluyente esta vorágine de grúas, ladrillos, cemento e inmobiliarias. Esto debería hacernos reflexionar sobre los efectos de ciertas formas de rechazo y empezar a cuestionarse otras que por intereses partidistas o juegos políticos se están quedando en le tintero de la lucha contra el cemento.
La figura del espectador pasivo pero indignado se reproduce en la población a la sombra de ese ser descomunal e imparable que la locura urbanística a proyectado. Pero es necesario reconsiderar nuestra posición, si el urbanista se implica a fondo en la consecución de sus objetivos, nuestra implicación como principales perjudicados a la larga, ha de ser a fondo. La delegación en otros de nuestra oposición, la moderación y tibieza en las protestas de ciertos sectores con aspiraciones políticas no ha de ser la nuestra. Dejemos de ver al ladrillo como un gigante, y nuestra oposición como inútil, y comencemos a cambiar las estrategias de rechazo, a golpear al gigante. Hasta que caiga. Cuanto más tarde en caer, mayor será el daño que nos haya hecho. Y hasta ahora ya es bastante.
A continuación reproducimos una lista de algunos de los daños que este bendito turismo-mercancía nos ha ocasionado en Murcia. Y es que: nunca la locura urbanística para obtener la mayor cantidad de dinero del enjambre turístico, nos había dado tanto trabajo.
-Mas de 60.000 viviendas en
construcción y previstas sobre la Marina de Cope en Aguilas .
-Urbanización completa de la Isla del Fraile (Aguilas) y su entorno costero.
-Urbanización con resort incluido en le paraje de la Zerrichera (Aguilas).
-Construcción de la autovía A-7 en el monte público del Coto De Cuadros.
-50.000 viviendas, pistas de tenis, golf y hoteles sobre el Valle de Ricote (Ulea).
-Diversas urbanizaciones en todo el perfil costero desde Mazarrón a la Azohia.
-Macrodesaladora en Cabo Tiñoso.
-Pelotazo Polaris World en
Alhama de Murcia.
-3 campos de golf y 1200 viviendas en los alrededores de Sucina.
-2000 viviendas y un campo de golf en Sangonera la verde.
-Nueva Condomina (Murcia ciudad): 3.700 viviendas, hoteles,
pistas de tenis, campos de golf …
-Autopista Vera – Cartagena, 144 km de alquitrán recorriendo la costa.
-La Manga club de golf, con resorts y viviendas amenazando las dunas.
-Llegada a través de las montañas del AVE (tren da alta velocidad) a Beniaján (Murcia), con su correspondiente circunvalación por los alrededores (Puerto de la Cadena). También la expropiación de casas y la destrucción de grandes superficies de huerta y monte.
-Cinturón de viviendas, (40.000) sobre lo que fue el cinturón industrial de Cartagena, con centros comerciales, pistas de tenis, campos de golf …
Para terminar de ilustrar esta situación de agresión urbanística incontrolada a nuestro entorno y nuestras condiciones de vida, por parte de ayuntamientos, banqueros y mafiosos del hormigón, quede como muestra estas declaraciones de la voz de su amo:
“Como se ha indicado antes, los expertos entienden que la riqueza que proporciona este tipo de turismo lujoso es mayor a la de la agricultura. José Luís Pérez, además de haberse cambiado de negocio buscando la rentabilidad, entiende que su nueva ocupación atrae a potenciales compradores que disponen de un alto poder adquisitivo.” (Declaraciones aparecidas en la gaceta “La economía de la Región”, en el articulo titulado “El golf es la base” Nº 75, 7 de feb de 2005, y provenientes de la boca de un converso a esta nueva religión suicida que es el asalto inmobiliario)
Somos peones, marionetas. El suelo, los montes, las costas, los valles, el aire … todo ha dejado de tener valor por lo que es, para ser transformado en mercancía que rapiñan los buitres que nos gobiernan y sus amos que tienen el dinero. Los turistas son mercancía, nuestra región es mercancía. Los mercaderes de la nada trafican con la vida.
Un bonito paisaje mediterráneo, un paraíso natural, un incomparable horizonte virgen... un suculento negocio.

Álvaro dijo...

Perfecto.

Una amiga me dijo que trabaja en Polaris World, y yo le contesté medio en broma medio en serio: "¡Murcia no se vende!".

Ella me contestó: "Oye... ¿tú no serás de esos?".

Así va el mundo, "no siendo de esos".