26/9/08

ZAPATERO Y EL COBRADOR DEL FRAC



J. F. Bellod Redondo, doctor en economía.

Se cumple un año del estallido de la crisis hipotecaria: el 9 de agosto de 2007 el Banco Central Europeo (BCE) y la Reserva Federal, tuvieron que inyectar 125.000 millones de euros al sistema bancario. Desde entonces la inyección de dinero en un sistema financiero enfermo es continua. Lo que entonces se interpretó como una crisis transitoria, fruto de la ligereza con que se habían concedido créditos en Estados Unidos (hipotecas subprima), ha resultado ser un descalabro severo, del que apenas comenzamos a ver el principio, y que pone en evidencia las limitaciones del capitalismo.

¿Desaceleración o crisis? La desaceleración es siempre la antesala de la crisis. Hace un año, el Gobierno y su charanga financiera, proclamaron que no había crisis, si acaso una desaceleración. Los mercados financieros, tan miopes y frívolos como el propio Gobierno, se permitieron una breve resurrección entre septiembre y noviembre (el Ibex – 35 creció un 9%). Pero en enero la Bolsa se desplomó y desde agosto de 2007 hasta hoy ha perdido un 23% de su valor. Ahora se dice que la crisis financiera se ha contagiado a la economía real. No es cierto: la crisis se originó en el seno de una economía real gobernada por impulsos especulativos a los que ningún Gobierno (ni el de Zapatero ni el de Aznar) puso coto; de ahí saltó al sector financiero (vía créditos hipotecarios), y ahora rebota contra los sectores productivos en forma de mayor inflación y mayores tipos de interés.
La destrucción de renta y empleo está siendo muy intensa. Justo antes del estallido hipotecario el PIB crecía al 4% interanual, un año después lo hace al 1´8%. En un año hemos perdido 2´2 puntos de PIB y antes de que acabe 2008 habrá crecimiento negativo. El colapso de la Construcción es indudable: el número de viviendas iniciadas ha caído en un 55% y eso deprimirá la economía durante los próximos 2 – 3 años. En el mercado de trabajo la pérdida de actividad ya se ha hecho notar: cuando el PIB crece por debajo del 2%, el desempleo se dispara. Y ahí estamos. En el último año el desempleo ha crecido en 621.600 personas (¡un 35% en sólo un año!) y alcanza ya la cifra de 2.381.500 personas. Hay 554.000 hogares en los que todos sus miembros están en paro (un 45% más que hace un año). La tasa de paro se sitúa en el 10´44% y crece 1 punto porcentual por trimestre: un ritmo brutal. Los datos de Seguridad Social indican que ya se está destruyendo empleo en todos los sectores de la economía, esfumándose la esperanza de que la Industria tome el relevo a la Construcción como motor de crecimiento. Además, el desempleo crece más rápido entre inmigrantes y trabajadores con contrato temporal. Conclusión: las concesiones a los empresarios (desregulación y precarización) no protegen al trabajador en tiempos de crisis.
Los trabajadores se empobrecen. La combinación de menores salarios reales, mayor endeudamiento y mayores tipos de interés atenazan la salud financiera de las familias. La inflación se ha desbocado hasta el 5´3%, una tasa tercermundista muy lejana del 2% y que los mandarines del BCE no tolerarán por mucho tiempo: pronto se endurecerá la política monetaria. Los salarios están creciendo sólo un 3´5%, lo que supone una pérdida de salario real del 1´8%. Y eso sin tener en cuenta el sesgo de los datos oficiales de inflación: no incluyen el precio de la vivienda, que en los últimos años ha crecido entorno al 17%. Una metodología más realista llevaría la tasa de inflación de los últimos años a la horquilla del 7% – 9%. El elevado precio del petróleo no es culpa del Gobierno (o quizá sí, por colaborar con la estrategia militarista del Sr Bush que ha disparado el riesgo “geo – político”). En España pagamos el petróleo al mismo precio que en el resto de la eurozona y aquí la inflación es sensiblemente superior (5´3% España, 4% eurozona). Hay dos razones. Primero, la razón estructural: al desviar ingentes recursos al sector inmobiliario han faltado recursos para financiar la innovación tecnológica y potenciar la productividad. Además se ha generado una actitud “perezosa” en el empresariado, cada vez más renuente a asumir riesgos frente a la golosina fácil de la especulación inmobiliaria. Esto ha dado lugar a un raquítico crecimiento de la productividad, que ha impedido neutralizar el impacto inflacionista del petróleo. Segundo, la razón política: el Gobierno no combate los privilegios de oligopolios (telecomunicaciones, grandes superficies comerciales o el refino y distribución de hidrocarburos) y tampoco se muestra muy activo ante la banda de intermediarios que saquean el campo español, imponiendo precios abusivos a agricultores y consumidores.
El Gobierno, rehén de un discurso neo – liberal que se ha ido consolidando en el PSOE congreso tras congreso, sólo se le ocurre mimar a la burguesía con regalos tributarios (Impuesto sobre Patrimonio) y financieros (reforma IVA, créditos ICO). El pasado 23 de junio, el Sr. Zapatero emitió un mensaje muy revelador: “…el Gobierno tampoco adoptará medidas de ningún tipo que contradigan las leyes esenciales del mercado o pongan en entredicho la solvencia de España y el rigor de nuestra política económica en los mercados internacionales”. El mercado, siempre el mercado: los mismos empresarios que organizaron la orgía especulativa que hoy estamos pagando con destrucción de empleo… ¡son los que tienen que sacarnos del atolladero¡. Los lamentables planes anunciados por el Gobierno van en ese sentido: reducción de impuestos a los ricos (1.800 millones de euros del Impuesto de Patrimonio), facilidades financieras a las empresas (sin exigir contrapartidas en términos de empleo)… Y ahora, además, una dura regresión en materia medioambiental: se relajará el procedimiento de Evaluación de Impacto Ambiental, con la excusa de agilizar las inversiones… cualquier cosa menos intervención directa en economía.
La actitud del Gobierno es peligrosa: reitera que estamos en buenas condiciones para afrontar la crisis porque las finanzas públicas están saneadas. Falso: al contrario de la anterior crisis (1993 – 1995) endeudamiento de las familias es estratosférico. En 2007 el Estado obtuvo un superávit del 1´3% del PIB, pero con la crisis sus ingresos se están retrayendo (-5´1%) mientras los gastos se disparan (las prestaciones del INEM, un 23%): el superávit se ha diluido como un azucarillo en una taza de café caliente y hoy se registra un déficit del - 0´4% del PIB. A ello hay que sumar el déficit oculto (los “pasivos contingentes”) por fórmulas opacas de financiación: “peaje en sombra” y convenios con fundaciones que demoran la plasmación presupuestaria del gasto. Y al tiempo que el superávit público se diluye, el endeudamiento familiar crece e impide financiar el consumo privado, principal componente del PIB. Mientras que en la crisis de 1993 – 1995 el endeudamiento familiar rondaba el 30% del PIB, hoy alcanza el 90% (898.000 millones de euros), el triple de entonces. Cualquier incremento, por mínimo que sea, en los tipos de interés tiene un impacto muy negativo en la solvencia de las familias. La pérdida del empleo expone al ciudadano al impago de su hipoteca y la pérdida de la vivienda. La capacidad de pago de familias y empresas muestra signos evidentes de deterioro. En el último año, el importe de los efectos impagados (letras y pagarés) ha crecido un 118%; el número de empresas concursadas (antigua quiebra o suspensión de pagos), un 172%; la morosidad bancaria se ha triplicado pasando del 0´53% al 1´61%. Y eso que no se computa toda esa constelación de microempresas (a caballo entre la legalidad y la economía sumergida) que están cerrando sin cumplir las normas mínimas a las que obliga la Ley y la decencia, dejando tirados de cualquier manera a trabajadores y proveedores.
Si no se acomete el problema del endeudamiento familiar (y Zapatero ha renunciado a hacerlo) es imposible superar la crisis en 1 año, tal y como pronostica el Gobierno: el año que viene retornaremos a tasas de paro del 15%. Las estadísticas no mienten y, al igual que el cobrador del frac, ponen en evidencia a un Gobierno moroso en ideas progresistas y moroso con los votantes obreros.

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